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El Vendedor
de Palabras
Aquella noche, mientras Anita contemplaba el cielo estrellado, apareció el vendedor de palabras. Sigiloso y sin hablar, se acercó a la niña y le ofreció una pequeña caja de madera. Anita no supo cómo interpretar aquel gesto y se limitó a esconder sus manitas detrás de su vestido: un huipil blanco que su abuela había confeccionado especialmente para ella.
El misterioso joven le sonrió amablemente y sacudió la cara haciendo un gesto aprobatorio, indicando a la pequeña que tomara la cajita sin miedo…
Las ilustraciones
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